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La Teoría del Saltamontes: Cómo cambiar de empleo con éxito (1)
Son ágiles, rápidos y, en la mayoría de los casos, precisos. Estos artrópodos saltan de un sitio a otro con tal seguridad que aún los científicos se preguntan si se trata de un reflejo producido por el instinto de supervivencia o un proceso consciente y planificado. Posiblemente algún día se sabrá. Lo que si es un hecho es que tan peculiar habitante de montes y praderas puede ser un ejemplo a seguir en el competido y cambiante mundo laboral contemporáneo. En 1992, y desde una perspectiva muy personal, surgió la idea de comparar el comportamiento del profesional empleado con la conducta del saltamontes, en ese momento parecía común observar cómo las personas cambiaban de un empleo a otro con mucha facilidad. Aun cuando las condiciones macroeconómicas del país parecían variar con los cambios recientes que había sufrido la moneda y la realidad financiera que experimentaban empresas y bancos, existía la percepción de un importante número de ofertas laborales que atraían a propios y extraños. Los profesionales de entonces parecían saltamontes, yendo de un lugar a otro con libertad y seguridad. Pero los tiempos han cambiado. La contracción económica característica en casi todos los países en desarrollo ha generado la pérdida de fuentes de empleo, el mercado se ha hecho cada vez más competido, las ofertas son escasas y muy específicas. No obstante, ante esa realidad que impera, aún existen profesionales empleados que desean probar suerte en otros escenarios y hacer uso del concepto de la "empleabilidad", personas que han alcanzado un número importante de años en sus cargos y que no ven la posibilidad de seguir creciendo o ser considerados para otras responsabilidades, e incluso, personas que sienten que ya lo ha dado todo por la empresa y sueñan con tener la oportunidad de oxigenarse experimentando otras condiciones laborales en distintos escenarios. Sencillamente estos profesionales sienten la necesidad de saltar. Pero saltar de un empleo a otro no es cuestión de tomar impulso, respirar profundo y lanzarse al vacío para finalmente caer en el cargo o nivel de conocimiento deseado; es mucho más que eso, y es precisamente en este punto donde la Teoría del Saltamontes comienza a tener mayor sentido para quienes desean aventurarse, cambiar de empleo y seguir adelante. La Teoría del Saltamontes es sencilla, como casi todas las cosas cuya inspiración es la naturaleza, está definida principalmente por 6 principios, estos son:
Un saltamontes sabe exactamente cuando es el momento de saltar. El saltamontes está dotado de vellos que le permiten detectar cuando la comunidad donde se desenvuelve ha crecido lo suficiente como para restarle espacio, gracias a su delicado y sensible tacto no espera que sea demasiado tarde para saltar, por lo que el saltamontes entiende las señales, las interpreta y sabe exactamente cuando es el momento de buscar un nuevo espacio. Así como las organizaciones evalúan el desempeño de sus empleados, éstos están en el deber de evaluar su situación en la empresa en el corto, mediano y largo plazo para así vislumbrar su futuro dentro de ella y compararlo con sus sueños y expectativas. Si el resultado de esa evaluación demuestra que existen razones suficientes para "mantenerse en el barco" la mejor opción es continuar alimentando la identificación que se posee con la empresa, mantener o incrementar el ritmo de trabajo y continuar agregando valor a la gestión. Pero cuando no es así es el momento de pensar en visualizar las oportunidades que ofrece el mercado laboral. En algunos casos la misma empresa ofrece señales inequívocas de sus limitaciones y/o manifiesta su imposibilidad de seguir ofreciendo metas retadoras a sus empleados; pero en otros casos esta información pareciera viajar en clave por todo el ambiente laboral y se requiere de agudeza y atención para poder comprender el mensaje. Por otro lado, el empleado no puede esperar que sea la empresa quien tome la iniciativa del cambio, como consecuencia de sus políticas y planes, y sea ella quien decida poner fin a la relación laboral ofreciendo como aliciente talleres de outplacement para facilitar la reinserción en el mercado, en el mejor de los casos; se debe estar atento a las señales y, como el saltamontes, agudizar su sentido del espacio y reconocer cuando todo lo que lo rodea dejó de poseer el tamaño de sus sueños y expectativas, y entonces, solo así, una vez visualizado objetivamente su ambiente, tomar la decisión de mudarse a otro escenario. Lo anterior, aunque básico, suele ser un error típico en el que incurre el profesional. No siempre se estudia la realidad del entorno, las facilidades que el empleo le proporciona y se toman decisiones viscerales basadas en impulsos o situaciones extraordinarias que activan el deseo ancestral de echarlo todo al suelo y comenzar de nuevo. No siempre se medita lo suficientemente bien el cambio de un empleo a otro, no se observan las señales con suficiente atención y ello genera resultados distintos a los esperados. Es por ello que antes de pensar en cambiar de empleo es recomendable:
El saltamontes no salta por azar, antes de hacerlo suele ubicar con rapidez el lugar más seguro y que le proporcione la posibilidad de volver a saltar. Cuando se está empleado existe cierto margen de estabilidad, en los términos tradicionales, por supuesto. La persona conoce el trabajo, conoce al jefe y a sus compañeros, la dinámica de la organización, en fin los pro y los contra de todo el negocio. Si desea experimentar en un nuevo escenario laboral no puede aventurarse a la primera buena impresión que le ofrezca otra empresa, debe asegurarse que es el lugar correcto a donde quiere saltar, que sus posibilidades de seguir creciendo son mayores a las que ya posee y que, finalmente, esa posición le servirá de catapulta para alcanzar nuevos retos si es que una vez en ella siente tal necesidad. Estar empleado ofrece una ventaja competitiva con el resto de los que ofertan sus servicios, pues de no coincidir con las expectativas de la nueva empresa la experiencia sirve para valorar lo que se tiene y para establecer nuevas metas personales para alcanzar otros objetivos retadores; situación distinta a quienes no poseen empleo, pues, independientemente de ser una experiencia aleccionadora que les permitirá autoevaluarse y aprender de ella, la negativa del ingreso es una oportunidad menos que se posee en el mercado laboral en ese instante de la búsqueda. Pero estudiar nuevas ofertas debe ser una decisión rápida y a la vez muy bien pensada, el mercado es cambiante y se puede estar ante un doble costo de oportunidad. El primero corresponde a la opción de la nueva experiencia, no todas las empresas están dispuestas a esperar y suelen requerir la presencia del talento seleccionado en el corto plazo, si no se está lo suficientemente seguro de aceptar la oferta, aun cuando se ha pasado por todo el proceso de selección, la mínima muestra de inseguridad puede ofrecer una imagen errada en el empleador disminuyendo o eliminando el interés por el futuro empleado. El segundo costo de oportunidad se encuentra en la misma empresa donde se labora: tal vez no se ha sido lo suficientemente eficiente, identificado y proactivo como para ser valorado y mantener esa actitud en el nuevo empleo podría generar la misma necesidad de cambio, es por ello que se sugiere:
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