E-learning
en Blanco y Negro (2)
Javier
Martínez
Antes
de entrar a profundizar en cada una de esas 3 revoluciones, empezaré
contando, como hago siempre, una sencilla historia que tiene que
ver con mi abuela que tiene cerca de 100 años. A finales
de la década de los 90, yo estaba en casa de mis padres en
San Sebastián con mi ordenador portátil cuando se
acercó mi abuela y me preguntó: "¿Qué
estás haciendo?" Sorprendido, le dije: "Estoy trabajando".
Se me quedó mirando y me dijo "Claro, vosotros trabajáis
con la cabeza". En ese momento yo no le di mucha importancia, pero
posteriormente me di cuenta que evidentemente para mi abuela y para
su generación, trabajar es sinónimo de esfuerzo, de
callos en las manos, de sudor en la frente y un concepto de trabajo
físico que no es lo que nosotros entendemos hoy en día
por trabajar. Para su generación y para generaciones mucho
más recientes, el concepto de aprender ocurre en un aula
tradicional liderado por la figura todopoderosa de un profesor.
Si uno quiere aprender algo, va a una clase y hace un curso.
Lo cierto es que en la sociedad del conocimiento, el ordenador forma
parte de nuestras vidas y de la misma manera que pocos conciben
trabajar sin su ayuda, va a ser impensable no contar con acceso
a la tecnología para aprender. Sin embargo el éxito
no radica en el ancho de banda y ni en la potencia de los ordenadores,
sino que radica, como ha sido siempre, en las personas.
Si mañana sacásemos a todos los empleados de SEAT y los
remplazásemos por empleados de IBM, la empresa tardaría
pocos días en hundirse sin remedio. Son las personas las que tienen
inteligencia, son las personas las capaces de cometer crímenes
o actos heroicos, las que tienen el conocimiento, las que tienen las habilidades,
las actitudes y los deseos y por tanto la diferencia no está en
la tecnología. Un cuchillo es tecnología pero soy yo quien
decide utilizarlo para untar mantequilla en el pan o para cortarle la
garganta a mi vecino. El resultado no depende del cuchillo, sino de lo
que la persona hace con él. El mundo está repleto de tecnología
pero sin embargo no parece que el aprendizaje haya mejorado. Resulta curioso
y preocupante comprobar que todos los países coinciden en que la
Educación es uno de sus principales problemas. Sin embargo nadie
plantea que haya que cambiar las reglas de juego, todos quieren mantener
el mismo status. Y lo que es peor, nadie tiene idea de cómo enfrentar
el problema.
Hay
una inercia equivocada de lo que significa APRENDER. Hay una cultura,
una tradición que ya está establecida y que el e-learning
necesita quebrar si quiere tener alguna posibilidad de cumplir con
sus promesas. Asumimos que para aprender algo es imprescindible
estudiar, el evento tiene que ocurrir en un aula o en una acción
ya planificada previamente llamada curso, con fecha de inicio y
término y un programa determinado. En lugar de asumir la
responsabilidad de aprender en primera persona, se la atribuimos
a factores externos como el profesor o los contenidos y pensamos
que basta con escuchar y rara vez hacer. Mi hijo, de un año
y medio, no sabe leer ni escribir, no sabe hablar, no tiene un profesor
ni se sienta en un aula y sin embargo todos los días aprende
infinidad de cosas. Continuamente me demuestra que ese periodo de
aprendizaje por el que todos atravesamos, por alguna misteriosa
razón queda aniquilado en un momento muy concreto de nuestra
vida: cuando entramos al colegio. Pasamos de desempeñar un
rol activo, curioso, protagonista y basado en las preguntas a acatar
un rol pasivo, obediente y basado en las respuestas y en cumplir
con las normas establecidas.
La premisa es que el conocimiento, una vez explicitado, será
compartido y luego absorbido y se sabrá usar: Es el modelo
buffet, donde bombardeamos a los alumnos prometiéndoles que
cuantos más contenidos tengan a su disposición para
su consumo, mejor es el curso.
En cualquier programa de formación, se manejan unos ratios
de 1 profesor para 30, 50 ó 100 alumnos (si nos vamos al
primer año de universidad, este número se queda corto).
En este contexto, el soporte y la personalización brillan
por su ausencia, el profesor, prácticamente no puede prestar
atención al alumno (muchas veces ni siquiera sabe sus nombres),
no puede dar respuesta a las preguntas que se están haciendo,
no puede dar feedback ni consejo, en definitiva, no hace otra cosa
que impartir lecciones magistrales (monólogos) y corregir
exámenes para poner notas.
Si los medios de comunicación se llenan todos los días
de palabras rimbombantes como innovación, emprendimiento,
creatividad, sociedad del conocimiento o capital humano, la pregunta
es ¿Donde están estas palabras mágicas en el
aprendizaje? ¿Donde aparecen en el e-learning? ¿no
debiesen ser los cursos innovadores? ¿Donde se están
rompiendo las reglas que hay que romper para realmente ser creativos?
¿Donde está ese foco en el cliente que en todos los
demás ámbitos se considera el centro? El e-learning
no puede basar su valor simplemente en la flexibilidad, tiene que
potenciar una metodología que sólo el mundo virtual
permite, igual que Amazon no vende libros porque sea más
cómodo comprar desde casa que ir a la librería. Me
temo que apenas estamos haciendo nada para cambiar las cosas y simplemente
perpetuamos un sistema heredado que está causando bastantes
problemas.
La razón por la que he contado esa historia sobre mi abuela
es porque las historias y los casos son una manera muy potente de
aprender, pero poco utilizada en el mundo del e-learning. Las historias
forman parte de nuestra vida, de hecho nuestra vida es una historia,
nosotros somos los personajes principales de nuestra historia e
interactuamos con otros personajes, vivimos situaciones, aprendemos
de nuestra experiencia y de las experiencias de otros a través
de conversaciones, a través de interacciones. No estoy descubriendo
nada nuevo, ha sido así desde inicios de los tiempos, fue
la forma en que la humanidad trasmitió el conocimiento antes
que se creara el lenguaje escrito.
¿Quienes tienen buenas historias que contarnos? Los expertos.
¿Y qué es un experto? Como dice Niels Bohr, es una
persona que ha cometido todos los errores posibles en un campo muy
acotado y por tanto es el que tiene experiencia, ha acumulado casos,
historias y es capaz luego de rescatarlos en el momento que se enfrenta
a situaciones parecidas. Por lo tanto un experto es un almacén
de los casos que ha vivido, lo que le permite tener una especie
de poderes mágicos de predicción: "Se lo que va a
ocurrir en determinada situación porque ya la he vivido antes
o al menos una muy similar".
El cine no es más que una sucesión de historias, el teatro
cuenta historias, los libros son historias. El pasado y los hechos más
importantes de tu vida los recuerdas como historias y si imaginas tu vida
hacia el futuro, también lo haces en formato de historia. A fin
de cuentas, son lo que les contamos a los niños cuando se van a
dormir y es lo que las escuelas de negocios destacan como su metodología
estrella. Lo que debiésemos buscar en un buen programa de aprendizaje
es que el alumno acumule casos a partir de experiencias, ojalá
que las viva él en primera persona y si no es posible, que al menos
pueda reflexionar sobre casos e historias compartidas con otros. Las historias
tienen la ventaja de que no solamente llegan a la razón, llegan
también al corazón, a las emociones y provocan preguntas.
Ya sabemos que las preguntas son el detonante del aprendizaje. Y la reflexión
profunda (tan ausente de la educación a todos los niveles) lleva
al aprendizaje profundo.
Una
de las palabras clave en esta era de Internet es el cambio. El cambio
es permanente, constante pero no es nuevo, siempre ha existido y
la reacción y la alergia al cambio también. Quizás
lo novedoso sea la velocidad con que ocurre y lo difícil
de predecir que es. Sabemos que el conocimiento que nos sirve hoy,
es posible que mañana no nos sirva y aprender por adelantado
ya no es suficiente. Las buenas noticias son que para cambiar es
imprescindible aprender. La capacidad de aprender es lo que permite
la supervivencia (no sobreviven ni los mas listos, ni los más
inteligentes) pero hay tradiciones y culturas que vencer y ese es
un proceso que lleva mucho tiempo. Cambiar comportamientos, actitudes
y hábitos es una de las cosas más complicadas que
existe.
Al mismo tiempo estamos viviendo una época en la que entregamos
cada vez más autonomía a las personas, tanto en el
trabajo como en su vida personal. Son ellos en definitiva los que
se llevan el conocimiento cuando de marchan a su casa cada día
y por tanto tienen los medios de producción, algo inédito
hasta ahora. Son ellos los más interesados en gestionar su
aprendizaje y de estar actualizados y en definitiva son los responsables
de su empleabilidad. Lo que ocurre es que si les preguntamos qué
ocurre con la formación, nos dicen que es muy poco eficaz,
les cuesta mucho aplicar en su trabajo diario lo que escuchan en
el aula, se mueren de aburrimiento y encima, en el caso del E-learning
todavía es peor porque los contenidos suelen ser muy pobres
y todo se reduce a pasar páginas (click & sleep).
Para nuestra fortuna, no hay nada más importante que la Educación.
Sin embargo, el sistema educativo tiene sus propios problemas: Enseña
cosas inútiles, deja de lado lo esencial para vivir en la sociedad
del S. XXI y además tiene al aula como modelo de aprendizaje. La
economía y nuestro futuro depende de la calidad del sistema educativo
que tengamos y eso significa que vamos a tener que rediseñar la
educación para que responda el modelo de sociedad del conocimiento
en la que vivimos hoy y no de la sociedad industrial en la que se diseñó
el sistema actual. El mundo ha cambiado y sin embargo la educación
no. No hay más que ver cómo han evolucionado de manera vertiginosa
diferentes áreas como el transporte, la medicina, las comunicaciones,
el entretenimiento o la industria. En general la sociedad se ha transformado,
en muchos casos influenciada por la tecnología. Sin embargo la
educación no y aquí hay una tarea pendiente. Poniendo un
ejemplo futbolístico, dependemos de la cantera. O nos preocupamos
por invertir en que su educación sea efectiva o siempre vamos a
estar a remolque, tratando de remediar el mismo problema.
1ª
Revolución: Aprender con tecnología.
Hay
una coincidencia sospechosa que escucho en cada congreso o seminario
de e-learning al que asisto: casi todos los ponentes insisten en
que la tecnología no es importante y que no hace la diferencia.
No deja de ser cierto, pero por mucho que nos desagrade reconocerlo,
si hemos llegado hasta aquí es gracias a la tecnología
aunque el aprendizaje sea independiente de ella. Además parece
evidente que, cuando menos, nos está haciendo reflexionar,
pensar y discutir sobre el modelo de educativo vigente. No debiésemos
olvidar que no hace mucho tiempo hubo muchos que promovían
la idea de que con el aterrizaje de Internet se solucionaba el problema
de la educación.
¿Qué nos permite la tecnología? Desde luego,
nos permite hacer cosas DIFERENTES que hasta hace poco resultaban
imposibles de un aula, por difíciles, caras o peligrosas.
El valor de un ordenador no radica en escribir, leer o retransmitir.
Nos permite hacer cosas mucho más valiosas, nos permite practicar,
hacer, ser proactivos, recuperar el modelo de maestro-aprendiz y
además que el aprendizaje sea por demanda (lo que yo necesito
cuando a mí me hace falta) y no una avalancha enorme de contenidos
que no me sirven. El ordenador permite la interactividad, pero no
entendida como hacer click, sino como plantear desafíos,
tener la posibilidad de escoger diferentes opciones y de explorar
los resultados de esas acciones.
También permite integrar muchísimo mejor los diferentes
sentidos (al fin y al cabo estamos en el mundo multimedia digital)
y aminorar el texto que ha sido casi el único medio en la
educación a distancia o fiarlo todo a la cultura oral de
las clases presenciales. Pero sobre todo permite hacer, no solamente
escuchar y ver sino practicar, investigar, experimentar y obtener
feedback sobre qué estoy haciendo, cómo lo estoy haciendo,
porqué lo estoy haciendo, etc. Obviamente, todo esto es imposible
en un aula ya que los libros son lineales y NO dan feedback alguno
y los profesores no son precisamente expertos en interactividad
y feedback. De hecho, en Chile al profesor de un curso también
se le denomina "relator", la palabra lo dice todo.
El ordenador tiene potencial para alterar la naturaleza de la educación,
de redefinir Qué se enseña y Cómo se enseña.
Apenas se ha sido consciente que el nuevo medio cambia la experiencia
educativa y no se trata de replicar el aula en el ordenador. El
ordenador permite muchas cosas pero no las garantiza de por si.
Si bien hasta hace unos años, las posibilidades eran muy
limitadas, hoy esas barreras ya no existen y podemos entregar a
los alumnos experiencias que antes no podían tener.
La tecnología posibilita aprender en red, CON otros y DE
otros, permite compartir, colaborar, discutir y reflexionar con
otros y aprovecharme del conocimiento de otros y también
enseñar a otros. Sobre todo, el ordenador es entretenido.
Mientras frente a la TV o en un aula es poco lo que puedo hacer,
frente a un PC es difícil quedarse dormido, incluso la postura
es distinta. No cabe duda de que nos falta mucho por recorrer en
el mundo de la tecnología. Nos falta integrar full video
y audio, wireless y realidad virtual pero con la tecnología
que tenemos es más que suficiente para hacer cosas interesantes.
Con los años que llevamos recorridos, lo que sí podemos
hacer es una pequeña revisión sobre cuales eran las
promesas que se hacían del e-learning, qué decía
el discurso oficial (eminentemente tecnológico en aquellos
días) y qué ha ocurrido en la realidad, donde estamos
hoy. El primer mandamiento siempre era "en cualquier sitio y en
cualquier momento", todos proclamaban que iba a ser "más
barato", iba a haber "miles de cursos", se iba a "aprender más
rápido" y el porcentaje de "retención iba a aumentar".
¿Cuál ha sido la consecuencia? Muchas de las profecías
no se han cumplido. Anywhere ha terminado siendo "aprendes desde
tu casa" y Anytime ha significado "aprendes en tu tiempo libre".
Tampoco es verdad que sea más barato y mucho menos en proyectos
a corto plazo; basar la estrategia en buscar lo más barato
generalmente implica atentar contra la calidad. Los miles de cursos
acaban siendo una sobredosis de contenidos poco relacionados generalmente
con mis preocupaciones. Cantidad no implica calidad. Nadie ha sido
capaz de demostrar que se aprenda más rápido y ni
que se retengan más.
Es obvio que teníamos, y tenemos, problemas con educación
presencial. La escuela estaba estructurada como una cadena de montaje
de una fábrica donde al alumno le decían lo que tenía
que aprender, cómo lo tenía que aprender, para qué
fecha y cómo lo tenía que repetir en el examen para
que le aprobaran. Esas escuelas producían el tipo de empleado
que las empresas de la época requerían. Los cursos
de formación de las empresas no han cambiado tanto. Todo
el mundo tiene que estar sentado, callado, escuchando (en el mejor
de los casos) el mismo día, a la misma hora, en el mismo
lugar, en la misma página. Es todo demasiado industrial,
demasiado artificial y deja de lado las preguntas que se hacen los
participantes, lo que no entienden y sobre todo no le da ninguna
posibilidad al alumno ni de experimentar, ni de practicar, ni de
reflexionar ni de poder probar lo que luego le va a tocar hacer
en su puesto de trabajo. Si de algo debiese hacerse cargo precisamente
la formación es que yo pudiera practicar aquello que me voy
a encontrar mañana en mi oficina,
Además de todos estos problemas, nunca nos ocupamos del cliente,
del alumno. No le preguntamos si le interesa, si le atrae, si le
sirve, si le gusta, si le importa, si lo pasa bien, si aprende y
si le permite mejorar el desempeño y si incide en el negocio.
Con este panorama tan poco alentador, ¿cómo va a funcionar
online si lo que hacemos es empobrecer el modelo? Eliminamos los
sentidos del mundo físico y reducimos el e-learning a puro
texto, sacamos al profesor de carne y hueso y lo sustituimos por
un profesor virtual con quien la comunicación es distinta.
Nuestros compañeros del aula también desaparecen,
pueden estar virtualmente pero ya no voy a coincidir con ellos ni
voy a verles y por si fuese poco, ponemos por medio un artefacto
(PC) que mucha gente no sabe cómo manejar y las autopistas
de una información que muchas veces son verdaderos caminos
de cabras. El resultado es que lo que antes el alumno leía
en un manual hoy lo tiene que ver en la pantalla del ordenador que
es mucho más desagradable. Pasar un manual a online es relativamente
sencillo, pero no garantiza nada y no tiene ningún impacto
sobre la capacidad que tiene una persona de aprender y sobre todo
aplicar lo que aprende en su trabajo. La pregunta es sencilla ¿Qué
sentido tiene tener un acceso rápido y fácil a contenidos
tan pobres que no sirven de gran cosa? Un error habitual consiste
en diseñar curso de e-learning a partir simplemente de los
contenidos, sin averiguar jamás qué es lo que no funciona,
sin hablar con los usuarios y verles trabajar, sin entrevistar expertos
(no me refiero a expertos en contenidos), sin conocer sus contextos
de trabajo, sin entender los principales errores que se cometen.
La tecnología evidentemente nos puede ayudar, pero es urgente
que entendamos que se trata de un medio diferente, de un medio nuevo
y que por tanto exige desarrollar un lenguaje adecuado para este
medio. Si uno se fija en las primeras películas de la historia
del cine, por ejemplo de los Hermanos Lumiere, es fácil comprobar
cómo utilizaban una nueva tecnología como la cámara
de cine con una mentalidad antigua, la del teatro. Nadie duda que
el teatro y el cine tienen bastantes cosas en común pero
también otras muchas que los diferencian. El teatro cuenta
historias pero tiene limitaciones de espacio, de tiempo y de recursos
ya que la función se ofrece todos los días, a la misma
hora y con los mismos actores que solamente pueden hacer dos diarias
con las restricciones que el escenario les impone. Sin embargo el
Cine, que también cuenta historias, no tiene esos problemas,
utiliza la tecnología para no depender de un solo escenario,
para poder entrar en la ficción, manejarse en diferentes
lugares, diferentes épocas, etc. Ambos comparten muchos elementos,
comparten guión, comparten director, comparten actores, pero
es la tecnología la que le permite el cambio principal, es
la cámara y la capacidad de rodar, de editar y añadir
efectos especiales la que permite desarrollar un lenguaje diferente.
El cine no consiste en otra cosa que contar historias pero de una
manera diferente al teatro. Lo mismo ocurrió con la aviación
donde lo primero que el hombre intentó fue copiar el vuelo
de los pájaros para acabar desarrollando aviones que no tienen
mucho en común con la forma en qué los pájaros
vuelan. Imagínense que si resulta fácil quedarse dormido
viendo una película (a pesar de todo el despliegue multimedia
que realiza), qué esfuerzo hay que hacer para no quedarse
dormido ante un curso de e-learning que lo único que suele
proponer es leer interminables páginas de texto.
Internet se ha transformado en un medio ágil de distribución
de contenidos pero no una herramienta pedagógica para aprender.
Hemos pretendido dejar todo el sistema igual y lo único que
hemos variado es la tecnología y claro, añadir tecnología
a un modelo que no funciona no solo no lo mejora sino que lo empeora.
A fin de cuentas, un burro atado a Internet sigue siendo un burro.
El ordenador se ha convertido en un mero replicador de libros.
En su momento muchos formadores temieron que el e-learning amenazaba
con sustituir personas por contenidos y por ordenadores. Vale la
pena considerar cuál era el valor que las empresas encontraban
en el trabajo de un formador si realmente era tan sencillo sustituirlos
por máquinas. El argumento era que el e-learning iba ser
más barato pero el tiempo ha demostrado que no lo es. Sabemos
que lo que nos ahorramos en viajes, en alojamientos, en formadores
lo tenemos que gastar en infraestructura, en contenidos, en plataformas,
en tutores. Además no se trata de hacer las cosas más
baratas, sino de invertir en aquello que es mejor para el negocio,
considerarlo no como un gasto sino como una inversión imprescindible.
En momentos de cambio no hay que gastar menos en formación,
hay que gastar más. La tecnología no es primera pregunta
que uno se tiene que hacer, hay otras preguntas previas como cuál
es el problema que queremos resolver, quien es la audiencia a la
que ese problema afecta, qué es lo que necesitan saber hacer,
porque lo necesitan saber hacer, de qué forma lo voy a evaluar,
cuales son los recursos que necesitan, etc.
Actualmente PowerPoint y el PDF siguen siendo el estándar
universal de intercambio de conocimiento, a pesar de toda la tecnología
sofisticada que tenemos a nuestro alcance. Es imposible aprender
con un PowerPoint ya que sirve para transmitir información
y para comunicar que evidentemente es lo más cómodo
para cualquier profesor pero lo más complicado para el alumno.
No tiene mucho sentido enseñarle tecnología a nadie,
lo que tiene sentido es ayudar a entender cómo sacar partido
de ella. Nadie necesita aprender el Word, lo que merece la pena
es aprender a escribir, aprender a expresarse correctamente, aprender
a hacer informes.
Básicamente estamos utilizando Internet como medio de distribución,
rol que cumple muy adecuadamente. Pero también sabemos de sobra
que exponer a la gente a contenidos no garantiza que sea capaz para desempeñarse
mejor. Tenemos problemas para abordar toda la información disponible
y al mismo tiempo sentimos que nos falta conocimiento. Es increíble
cómo, a medida que crece la inversión y la tecnología,
los contenidos han sido progresivamente más pobres. Internet, a
pesar de la banda ancha, de flash, de la multimedia, sigue siendo básicamente
texto.
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