La
tipología de los estilos de formación
Francisco
López
Vamos
a comentar en este artículo la tipología de los estilos de formación
más comúnmente utilizados por los formadores en las empresas.
El
autodiagnóstico del estilo personal de instruir, al que se tiende
de una forma espontánea o que se utiliza más frecuentemente, si
ya se es formador, puede permitir al futuro formador una toma de
conciencia para hacer balance tanto de sus puntos fuertes como de
sus puntos débiles, provocando de esta forma un cambio de comportamiento
que es el verdadero objetivo de una formación eficaz.
De acuerdo con este preámbulo creemos que las dos grandes preocupaciones
del animador de acciones de formación en la empresa se refieren
a:
1. Los participantes, para asegurarse de que comprenden bien lo
que se les dice y sean capaces después de aplicar a su trabajo los
conocimientos y habilidades adquiridos.
2. El temario y el programa del curso, para estar al día teniendo
en cuenta los últimos desarrollos técnicos de la materia en cuestión,
así como para cumplir la planificación prevista para la presentación
de los contenidos.
La combinación de estas dos preocupaciones no es siempre fácil y
la manera en la que cada formador, de acuerdo con las circunstancias
particulares de cada caso, resuelve el problema, determina un cierto
estilo didáctico.
De este modo podemos encontrarnos combinaciones diversas que dan
lugar a distintos "estilos eficaces". Sin embargo, estos estilos
pueden a veces, sin que lo advierta el formador, degenerar en "estilos
realmente ineficaces".
1. Algunos formadores dan "prioridad al programa" y, por hacerlo
de alguna forma, les hemos llamado COMPETENTES, pero este estilo
puede volverse ineficaz cuando se encierran SOLITARIOS en su técnica.
2. Otros dan "prioridad a los participantes". Consideran que su
papel es sobre todo de CATALIZADOR. Esta actitud eficaz puede degenerar
hacia comportamientos inadaptados, fuente de anarquía e ineficacia,
cuando el formador se ha convertido en un PEDAGOGO AMABLE.
3. Hay muchos que piensan que hay que conservar un buen equilibrio
entre la preocupación por cumplir el programa previsto y la preocupación
por los participantes. Entre ellos, algunos prácticamente no tienen
problemas porque ejercen desde hace tiempo su profesión. Son los
PRÁCTICOS, aunque a veces corren el riesgo de caer en lo RUTINARIO.
Otros tratan de llegar a una solución de compromiso, dando lugar
al formador HÁBIL, que sabe dosificar y adaptar los programas a
las necesidades del grupo. Pero si esta adaptación es SUPERFICIAL
se transforma en una fuente de ineficacia.
4. Otros finalmente, consiguen ese malabarismo de alcanzar totalmente
los objetivos del programa respondiendo al mismo tiempo a las necesidades
de los participantes que, de esta forma, se interesan y aprenden
con gran eficacia. Lo logran porque son PROFESIONALES que representan
su papel de formadores en su empresa con seriedad y entusiasmo.
Desgraciadamente, algunos de ellos creen hacerlo así, aunque no
lo hagan realmente, para pasar por MODERNISTAS, pero esto no es
serio ni eficaz.
Francisco
López
Instituto
de Formación Integral