|
|
Más allá de la formación: El desarrollo de competencias
Todos sabemos ya de la importancia de la formación y de la necesidad de mantenernos actualizados, aceptando que ello implica estar inmersos en un proceso de continuo reciclaje, puesto que los conocimientos que hoy nos resultan útiles mañana pueden quedar obsoletos.
Pero, para tener éxito profesional, necesitamos algo más que actualizar nuestros conocimientos, también es imprescindible desarrollar nuestras competencias y mantenerlas alineadas a las necesidades del rol y del entorno organizacional, desde la integración de nuestra vida profesional y personal.
Pero, aunque mucho se ha hablado de ellas, conviene volver a definir que entendemos por competencias. Aunque cercano a otros términos manejados por la psicología, el concepto de competencia aparece en los años 70, especialmente a partir de los trabajos de McClelland en la Universidad de Harvard (USA). Una competencia es una característica subyacente que está relacionada con una actuación de éxito en el trabajo. Existen numerosas definiciones, una de ellas es la de Alamillo y Villamor: Competencia es el "conjunto de comportamientos, habilidades, conocimientos y actitudes que favorecen el correcto desempeño del trabajo y que la organización tiene interés en desarrollar o reconocer en sus colaboradores de cara a la consecución de los objetivos estratégicos de la empresa".
A su vez, también podemos encontrar diversas clasificaciones de competencias. Dos de los autores que más han trabajado sobre ellas son Daniel Goleman y Richard Boyatzis, a partir de su modelo podemos ver a qué nos referimos cuando hablamos de competencias (ver cuadro 1). No obstante, cada organización debería definir las suyas en base a sus objetivos estratégicos y a cada rol y puesto a desempeñar.
Pero la cuestión esencial es: ¿cómo podemos desarrollarlas?. La respuesta parece obvia, desde un enfoque y una metodología orientados a ello, como el Modelo Pedagógico Integrador (ver cuadro 2) utilizado por Cris Bolívar Consulting.
El Modelo Pedagógico Integrador contempla tres ejes (conocimientos, competencias y valores) sobre los que trabajar de forma holística e integrada a fin de conseguir un aprendizaje sólido, orientado a los resultados y a la satisfacción profesional y personal. Para trabajar sobre estos tres ejes, la metodología deberá ser siempre participativa y, en muchos casos, experiencial, de forma que impacte tanto desde el plano cognitivo, como emocional y conductual. El participante debe poder tomar parte activa en el proceso de aprendizaje de forma que él pueda hacer sus propios descubrimientos y aprendizajes de valor y pueda experimentar y tomar conciencia de sus competencias y áreas a desarrollar.
Ello facilitará poder revisar los hábitos a cambiar y así avanzar con mayor facilidad desde el nivel de aprendizaje 1 al nivel 4 (ver cuadro 3). Ello significa pasar de una situación de inconsciencia de nuestras incompetencias (no somos conscientes de lo que no sabemos y, por tanto, no podemos desarrollarlo) a una situación donde pasamos a manejar de forma inconsciente nuestras competencias, ya no hace falta que pensemos en ellas, surgen espontáneamente, las hemos interiorizado.
De esta forma, se consigue tanto la comprensión (nivel cognitivo, racional) como la comprehensión (nivel emocional, holístico, insight) de los nuevos aprendizajes, de forma que sea mucho más sencillo empezar a ejercitar la competencia a desarrollar y fijar nuevos hábitos en menos tiempo.
En definitiva, el proceso de aprendizaje, para que sea realmente eficaz, tendrá que centrarse también en todo aquello que sirve de freno al nuevo aprendizaje a fin de facilitar la consecución del aprendizaje generativo, que partiendo del desaprendizaje(desde la revisión de creencias-paradigmas y valores), permite el aprendizaje continuo a partir de la lectura de los resultados obtenidos (percepción y feed-back del entorno) como consecuencia de nuestras conductas. (Ver cuadro 4). Puesto que, como ya hemos mencionado, el proceso de aprendizaje continuo requiere una revisión periódica de nuestras conductas a fin de mantenernos alineados con las demandas del rol, un rol cada vez más dinámico en función de las necesidades organizacionales (ver cuadro 5).
Pero, dada la complejidad y la dificultad del cambio y debido también al hecho de que las velocidades de aprendizaje cognitivo y emocional son distintas (ver cuadro 6), muchas veces se hace necesario ir más allá de un taller de formación, hace falta introducir en el programa otras herramientas (ver cuadro 7) que intervengan a lo largo del tiempo, facilitando que se dé el desarrollo de las competencias deseadas. Una de las más destacables y eficaces es el coaching. "El coaching es una herramienta que ayuda a las personas a crecer profesionalmente de cara a lograr su satisfacción y la de la organización. Es un espacio conversacional planificado, individuo-individuo y confidencial, donde se facilitan nuevas lecturas y percepciones, se propicia la transformación permanente y se genera sabiduría". Cris Bolívar , 2001.
El coaching, a través de sus distintas fases (ver cuadro 8), facilita el desarrollo real y estratégico de las competencias del coachee, teniendo en cuenta el sistema al que pertenece y las limitaciones y oportunidades reales que se dan en él.
De esta forma, siendo conscientes de que el desarrollo de nuestras competencias es algo complejo que va más allá de la formación tradicional, podremos plantearnos optar por aquellos programas y herramientas que sean realmente útiles a tal fin, de forma que nos acompañen en un proceso de mejora permanente hacia el estimulante reto de crecer no sólo como profesionales sino también como personas.
"Cada ser humano es su propia obra maestra". Henry David Thoreau.
Cris
Bolívar |