Hemos de constatar una tendencia “natural” a acumular títulos y diplomas, y quizá no tanto a aprender como un fin en sí mismo (aprendizaje autotélico). Se diría que nuestro aprendizaje resulta bastante exotélico —tras un título— en nuestra etapa curricular, y que debería ser más autotélico en nuestra vida profesional. Ya en el mundo laboral, tendríamos que seguir cursos no tanto para acumular certificados, como para realmente saber más y mejorar así, en lo cotidiano, nuestra productividad y competitividad individual. Todo esto parece discutible y deberé matizar mis formulaciones; lo haré, si el lector me acompaña en la reflexión.
Quizá buena parte de nosotros pasamos en nuestra juventud por la universidad para obtener el título, contando con que ya aprenderíamos en cada empresa aquello más específico que necesitáramos incorporar para el desempeño. Así fue en mi caso (electrónica industrial). En la universidad (primeros años 70) me enseñaron las válvulas de vacío, que ya estaban siendo sustituidas por los semiconductores (los estudié por mi cuenta, adolescente yo, de modo autotélico); pero luego empecé a trabajar en una empresa de telecomunicación y me familiaricé con los relés de los equipos de conmutación. Más tarde, los sistemas telefónicos electromecánicos se tornaron electrónicos y digitales, y por ahí seguí. No me daban ya títulos ni diplomas, pero aprendí bastante y he seguido aprendiendo (ya en otras materias más “blandas”), de modo habitualmente autodirigido y autotélico.
Deseo, sí, enfocar mis reflexiones —y así lo comunico al lector— sobre el denominado lifelong & lifewide learning, es decir, sobre el aprendizaje permanente que nos permite nutrir la productividad en el puesto de trabajo que ocupamos; y más concretamente, sobre la modalidad de e-learning: sobre los cursos on line que se nos ofrecen, en beneficio de nuestros conocimientos y habilidades. Mi punto de vista será lógicamente parcial (por incompleto, y quizá por interesado), pero puede alentar otras reflexiones oportunas en los lectores.
Efectivamente, nuestro trabajo cotidiano nos exige cada día nuevos conocimientos técnicos y no tan técnicos, y asimismo una mejora de nuestras habilidades, facultades, actitudes, hábitos, etc. Algunas de estas necesidades de formación y desarrollo profesional se abordan mediante productos y servicios de aprendizaje formal on line, a veces subvencionados con dineros públicos, aunque también hay empresas especialmente proactivas en la atención al aprendizaje permanente de sus profesionales, tanto en sala como en la modalidad de e-learning que estamos enfocando.
El e-learning corporativo (el de los trabajadores en las empresas) puede tener ya más de 20 años de edad, si lo relacionamos con los ordenadores personales; pero también hay quienes prefieren limitarlo a la etapa on line, que arrancó, más o menos, con el nuevo siglo. No nos ponemos de acuerdo a hablar de la “edad” del e-learning, aunque sí venimos a coincidir todos en la necesidad de mejorar la “calidad” del e-learning; o de la formación “virtual”, que así se la denomina también a menudo, por ejemplo en la norma española UNE 66181, de AENOR.
Permítanme, como paréntesis, un comentario terminológico y
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Bien, yo me sumo a las reservas derivadas de las experiencias habidas; aunque el e-learning tendría tal vez mejor imagen si hubiéramos conocido productos y servicios de mayor calidad-efectividad. Pero aprovecho para identificarme como autor del artículo, ya que se ha publicado sin que figure la autoría. José Enebral.
www.fnyop.es | 28/05/2009
| Madrid |
El rechazo al e-learning, como a la formación o aprendizaje programado, vienen de lejos. Incluso en temas como las aplicaciones informáticas, las que se prestan con mayor naturalidad al uso de la tecnología.
Económicamente les compensa a casi todos los proveedores. Pero las soluciones de blended learning se impondrán, porque salvo algunos genios, pocos estamos en condiciones de aprender un idioma, SPSS, o habilidades comerciales con este método. Eso si, puede ser muy barato. Como los vasos de un todo a 1.