Todos somos emprendedores
Ronald Maraví Zegarra
Hay quienes creen que cuando se habla de emprendedores se
está hablando necesariamente de empresarios. Pero lo cierto es que el
empresario es un tipo de emprendedor. En otras palabras, se puede decir
que todo empresario es emprendedor pero no que todo emprendedor es
empresario. Otro error es pensar que la capacidad emprendedora no es
genotípica. Es decir, se afirma que el emprendedor no nace sino que se
hace. Lo cual, también, es un error. El emprendedor nace. Si no se nace
emprendedor nunca se llegará a serlo. Por cierto, si no se nace
emprendedor se pertenece a cualquier especie de la naturaleza, menos la
humana. La capacidad emprendedora es consustancial con la naturaleza del
hombre. ¿O acaso alguien podría decir que Einstein -quien, a pesar de
que recién a los tres años de edad pudo hablar, revolucionó la física
con su teoría de la relatividad-; o que Beethoven -quien ya sordo
compuso la Novena Sinfonía-; o que Juana de Arco -quien, a pesar de ser
hija de campesinos y de su condición de género, liberó Orleáns en pleno
siglo XV-; no eran emprendedores? El problema, por ello, no es un
problema hamletiano: ser o no ser. Ya somos, desde que nacemos. El
problema tiene que ver con lo que pasa después. Con lo que pasa en la
familia, en la escuela, en la universidad o en donde trabajamos. En
todas estas organizaciones nulifican nuestra natural capacidad
emprendedora, la apagan. En las dos primeras la lesión es determinante,
en las otras el daño se consolida. En consecuencia, el problema es
psicológico, educativo y hasta sociológico; no ontológico. La conocida
expresión
Roussoniana:
el hombre nace bueno, es la sociedad quien lo corrompe, es de lo
más pertinente aquí.
Cualquier programa personal o institucional orientado al
emprendedurismo, debe primero despertar (o rescatar) ese talento, luego
desarrollarlo. No podemos intentar formar emprendedores cuando los que
van a recibir esa formación han aprendido a no serlo.
La mejor
estrategia para reavivar ese talento, es pensar siempre en cómo mejorar
lo que hacemos. En todo orden de cosas: familiar, laboral, amical,
etcétera. No importa si ya lo hacemos bien. Recordemos que nada es tan
bueno que no pueda mejorarse. Superémonos a nosotros mismos. En el
camino encontraremos las barreras de siempre, pero incluso a ellas
tomémoslas como una oportunidad para pensar en caminos alternos y
creativos que nos lleven inexorablemente al éxito para el que todos
hemos nacido
Ronald Maraví Zegarra