Éxito
se escribe con "e" minúscula
Carlos
Nava
La
grandiosidad intempestiva del Éxito no existe. El Éxito
no es un fenómeno casual y muy pocas veces puede comprenderse
como fruto del azar.
El Éxito es producto de los mayores esfuerzos y sacrificios
que el ser humano puede realizar. Nada le cuesta mas al hombre en
su corto periplo sobre esta tierra, que alcanzar el Éxito,
porque en esta palabra está resumido el logro, la victoria,
el propósito, el ser y el hacer de todo y de todos.
No existe nadie, ni aún uno solo, que pueda afirmar que no persigue
Éxito, ello no condice con nuestra naturaleza. Es más, la
historia de la vida del hombre en el planeta se puede resumir dramáticamente
en una bitácora de sus esfuerzos por alcanzar Éxito. Porque
el hombre nace destinado a esta tarea, vive tratando de cumplirla y muere
comprometido en el esfuerzo o en el carácter de su resultado.
Ahora
bien, entender el Éxito mas allá de su esencial sentido
de Victoria o de propósito cumplido, ya involucra otra cosa.
Es muy difícil que alguien pueda endilgarse el entendimiento
del Éxito mas allá de las estrechas fronteras personales
en donde éste se mide. Hoy se ha convertido en un concepto
"socialmente aceptable" el vincular ciertos logros o "estados" de
las personas al Éxito. Existe una especie de "juez social"
que se da a la tarea de proporcionar modelos y ejemplos de Éxito,
se atreve incluso a establecer asociaciones específicas entre
el Éxito y ciertas personas, con nombre y apellido.
Este ejercicio puede llamarse cualquier cosa, pero no constituye
una apología del Éxito. No existe forma alguna en
que el Éxito pueda ser juzgado por terceros, el criterio
y el concepto mismo del Éxito es algo tremendamente íntimo,
completamente personal. La vara que mide el Éxito de una
persona es de su exclusiva propiedad, y así también
es la vara mas corta que existe, la mas impiadosa. Nadie puede escapar
a esta medida, pero nadie tiene, tampoco, el derecho a emitir juicio
sobre ella.
¡Cuántas personas que han sido reconocidas por su Éxito
han concluido sus días sintiéndose completamente desgraciadas!,
y por otra parte, ¡cuánta gente inscrita en el más
profundo anonimato descansa en la quietud y en el calor de la victoria!.
Y
es que Éxito se escribe en realidad con "e" minúscula.
Y si existe la gran victoria, el triunfo final o el Éxito
grandioso, éste no es nada más que una suma delicada
de éxitos con "e" minúscula: logros pequeños,
concretas victorias.
Ahora bien, ¿por qué la medida del éxito se
inscribe en una escala pequeña?. Aquí existe una respuesta
sencilla pero tremendamente despiadada y trascendental: la
victoria o el logro que califica el éxito, es producto del
triunfo del hombre sobre sí mismo.
No existe batalla mas difícil que aquella que el hombre libra
consigo mismo. No existe emprendimiento mas importante o esfuerzo
que pague más.
Cuando el hombre vence sus limitaciones, sus temores, sus impedimentos,
sus frustraciones, cumple en medida exacta con el parámetro
mas exigente que tiene el éxito. Pero dada la magnitud que
tienen estos adversarios, las victorias no se miden en grandes campañas,
se miden en logros pequeños, sólidos y sucesivos.
El hombre que acumula pequeñas victorias sobre sí
mismo, las cuida y las protege, se dirige con firmeza a la Victoria.
Esta lucha dura toda la vida, nadie puede eximirnos del proceso. Para
el hombre que busca el Éxito la pausa no existe. Es más,
la pausa en realidad constituye el combustible del fracaso.
Por
algún motivo que nos está vedado conocer aún, el
Fracaso echa raíces dentro del hombre mismo. El Fracaso no se encuentra
entre los factores externos a uno mismo, tampoco es, por supuesto, producto
del azar, del destino o de la fatalidad. ¡Bueno fuera que esto sea
así!, porque el hombre ha demostrado capacidad admirable para vencer
los elementos, para superar catástrofes y modelar su destino sobre
la tierra. Sin embargo es una criatura muy pequeña e indefensa
cuando debe enfrentarse a sí mismo, muy vulnerable e incapaz.
En
gran medida esto es así porque el hombre se coloca en posición
desventajosa al observar y medir la dificultad de la tarea en toda
su magnitud. El Hombre se equivoca al comparar la medida del Éxito
con el tamaño de la Adversidad, porque así el Éxito
parece lejano e inalcanzable.
El estudiante universitario que no consigue rendir en sus materias
como debiera, pocas veces se pone a pensar que el Éxito se
encuentra, probablemente, en la capacidad que tenga de levantarse
una hora mas temprano cada día.
El empleado de oficina que no recibe una promoción laboral,
probablemente jamás piensa que el Éxito que espera
se encuentra tras una disposición diferente para marchar
al trabajo todos los días: sin pesar, con ganas de hacerlo
una vez más.
El Éxito de quien quiere dejar de fumar comienza por dejar
de hacerlo mediodía, luego un día y luego dos. Un
día ése éxito con "e" minúscula se ha
convertido en un Éxito grandioso (porque así debe
sentirse quien venció).
El Éxito que desea el padre probablemente se encuentre en la necesidad
de vencer al Tiempo y disponer del necesario para recoger al niño
del colegio.
En
la turbulencia que califica nuestro tiempo no son pocos los que
dirán que pequeños remedios no sanan grandes males.
Pero aquí existe un error estratégico fundamental,
porque en tanto el Éxito no se entienda como "un pequeño
y trascendental detalle", quedará fuera del alcance de la
capacidad del hombre por alcanzarlo.
El Éxito es, en realidad, un pequeño detalle. ¡Pero
no olvide que de Detalles están hechas las cosas importantes!.
Una
vez que se ha conquistado un pequeño éxito es necesario
aferrarse firmemente a la victoria y luego proseguir la marcha en
pos de uno nuevo. Cuando éste proceso no se detiene el hombre
alcanza progresivamente cumbres mayores.
No existe energía mas grande para el alma que la sensación
de triunfo y el sabor de la victoria. Nada hay mas estimulante que
esto. Cuando el hombre conoce la victoria no se detiene en su afán
de replicarla.
De igual forma, cuando la victoria es elusiva porque enorme es la lucha
que el hombre se plantea para vencerla, dura es la carga para el alma.
Piense
bien y entienda la profunda lógica de lo siguiente: ¿acaso
existe algún objetivo, por muy concreto que sea, que no esté
formado por muchos componentes?; ¿trabajando sobre los componentes
no se alcanza también el todo?; ¿entre más
grande es el todo no resulta mas conveniente atacar los componentes?.
Pues bien, ¿por qué entonces nos negamos la posibilidad
de atacar los problemas en sus pequeños pero vitales componentes?.
Uno por uno, firmemente. Consolidando un éxito tras el otro.
Y si son muchos problemas, entonces atacarlos también UNO
por UNO, derrotándolos subsecuentemente.
Haciéndolo así en algún momento la estructura
central del problema cede.
Nunca ha sido tan bien expuesta la fabulosa paciencia oriental como en
el viejo adagio que afirma que todo viaje de mil leguas comienza con el
primer paso. ¿Cómo puede negarse esto?, ¿cómo
se lo puede desconocer?. Ése primer paso es una primera victoria,
es el primer éxito, uno que debe escribirse con "e" minúscula,
pero uno sin el cual nada más existe.
La
naturaleza humana ha demostrado en incontables ocasiones la grandiosidad
de la madera con la que está hecha. No necesariamente nos sentimos
débiles criaturas ante la inmensidad del universo que nos aloja,
no son pocas las veces en que lo hemos desafiado y le hemos doblado el
brazo. Realmente somos débiles con nosotros mismos. Subestimamos
el poder destructor que tenemos en nuestro interior, nos portamos verdaderamente
soberbios al desconocer que el problema está en nosotros. Por ello
el Éxito nos elude.
Pruebe
de hacer algo diferente. Inicie su pequeña marcha tras los
éxitos con "e" minúscula que lo esperan.
Por otra parte ¿que puede perder?, pues si no hace algo diferente,
sólo recibirá mas de lo mismo de siempre.
Carlos
Nava
El
Strategos