Reuniones
de trabajo eficaces
Miguel
Ángel Aguirre
Uno
de los principales ladrones de tiempo en la actividad directiva suelen
ser las reuniones mal planteadas.
En
general, una reunión eficaz no es aquélla en la que
el directivo reúne a sus empleados única y exclusivamente
para transmitirles información. Quizás a eso, deberíamos
llamarle exposición o incluso "discurso".
Una reunión eficaz va más allá.
Una
posible definición sería "el encuentro de varias personas
predispuestas a colaborar en el logro de uno o varios objetivos."
Por
lo tanto, la reunión implica interacción, colaboración,
participación y objetivos bien definidos.
¿Por
qué algunas reuniones son ineficaces?
Son
muchas las causas de la falta de eficacia de las reuniones, sin embargo,
podríamos destacar las siguientes:
- La
falta de un objetivo concreto y claramente definido a lograr.
-
La dispersión, los cambios de tema o el salirse del mismo.
-
La ausencia de un orden del día.
-
El no tener interés el asunto a tratar.
-
La susceptibilidad entre los asistentes. La falta de confianza.
-
La falta de participación de los asistentes.
-
La falta de habilidad de quien dirige la reunión. Ausencia
de liderazgo.
-
El que existan participantes que hablen demasiado "protagonistas"
y no dejen hablar a los demás.
-
El convocar la reunión a una hora inapropiada.
-
Las reuniones demasiado largas.
-
El que haya demasiados participantes o estén mal elegidos.
-
El exceso de enfrentamientos con tensiones personales.
-
Las interrupciones externas constantes al responsable o a los miembros.
-
Cuando no se comprende o no se conoce suficientemente el tema a
tratar.
-
La falta de acuerdos y conclusiones al final de la reunión.
Se habla mucho y no se concreta al final "qué" hay que hacer,
"quién" lo tiene que hacer y para "cuándo" hay que
hacerlo.
-
La toma de decisiones confusas o contradictorias.
Todos
estos errores podemos automáticamente convertirlos en ideas.
Por ejemplo, debemos de definir claramente el o los objetivos de
la reunión. Si no tenemos un objetivo bien definido ¿Para
qué vamos a reunirnos?
Defina con exactitud objetivos de una sola línea de texto.
Estructure
un "Orden del día". No es suficiente con que el directivo conozca
los objetivos de la reunión. También será necesario
que todos los participantes sepan de qué se va a hablar.
Indique
con precisión el día, hora, lugar y duración
prevista de la reunión. No hay peor cosa que conocer la hora
de inicio y desconocer la de finalización.
Procure que los temas a tratar tengan cierto interés para
los participantes. En caso contrario estaremos introduciendo un
nuevo ladrón de tiempo para todos.
Intente centrar la reunión en los temas específicos
para los que se han reunido. Es fácil caer en la trampa de
la dispersión de temas y al final, acabarán hablado
de cualquier cosa menos de lo que estaba previsto.
Su responsabilidad es controlar, dirigir y centrar continuamente
la reunión. Emplee el tacto y la educación para conseguirlo.
Los asistentes deben, al finalizar la reunión, tener la impresión
de que la misma ha sido productiva y que ha servido para algo.
Debemos intentar que todos los participantes participen por igual.
Fomente continuamente la participación. Seguro que todos
tienen algo interesante que decir. Evite que algún participante
monopolice la reunión. Agradezca su participación
pero dé paso a los demás.
Elija y "pacte" la hora más apropiada para celebrar la reunión.
Los participantes deben de estar centrados en la reunión
y no en la hora del almuerzo o la hora de marcharse a casa.
No realice reuniones demasiado largas. Lo único que conseguirá
es agotar a los participantes y que no deseen asistir a ninguna
reunión suya. Un tiempo prudencial suele ser una hora u hora
y media.
En algunos casos se realizan reuniones maratonianas cuyo único
objetivo ganar por agotamiento y que se adopten decisiones poco
maduradas.
Sea puntual, tanto en la hora de inicio como en la de finalización.
Los asistentes se lo agradecerán. Demuestre que sabe controlar
el tiempo.
No pretenda que todas las iniciativas surjan en la reunión.
Tal vez su único objetivo es preparar el terreno para que
en una segunda reunión se realicen las aportaciones, sugerencias
e ideas.
Para algunos puede ser difícil dirigir una reunión
con 20 personas. Divide y vencerás. Trabaje con grupos reducidos
en la medida de lo posible, entre 6 y 10 personas.
Intente que sus colaboradores vengan preparados. Por eso es importante
elaborar un "orden del día". También debe de ser cuidadoso
en la preparación de la documentación, materiales
y recursos que emplearán durante la misma.
Y al final de la reunión, no se olvide de definir claramente
el QUÉ, QUIÉN, CUÁNDO y CÓMO de todos
y cada uno de los temas tratados.
Cualquier punto del orden del día debería seguir este
esquema; INTRODUCCIÓN, DESARROLLO y CONCLUSIÓN.
Muchos se entretienen demasiado en el desarrollo y no acaban de
"cerrar" o concluir. En definitiva se trata de que los acuerdos
adoptados queden claramente reflejados y todos los participantes
conozcan con exactitud qué se va a hacer.
Levantar acta de la reunión, puede ser una buena idea.
Miguel
Ángel Aguirre
Director
de ENAE