La
escucha empática ¿usted sabe escuchar?
María
Alejandra di Fonzo
La
posibilidad de comunicarnos mediante el habla, es una de las características
que nos definen como seres humanos.
Desde pequeños aprendemos a comunicarnos mediante palabras y a expresar
nuestros gustos, disconformidades, anhelos, en suma, nuestra forma
de ver y pensar el mundo.
Así como el habla nos define desde nuestra más temprana edad, la
posibilidad de expresarse y ser escuchados en todos los ámbitos
de desenvolvimiento es una motivación para las personas. Y la empresa
es uno de esos ámbitos.
Pero cuántas veces sabemos escuchar realmente a los demás? En cuántas
oportunidades somos concientes de la necesidad que tiene el otro
de hablar y ser escuchado? Cuántas veces nos aseguramos de comprender,
antes de ser comprendidos?
En general, predomina la tendencia de querer exponer nuestras propias
razones y olvidamos que nuestros interlocutores también las tienen.
La escucha empática propone ponerse en el lugar de la otra persona,
intentar ver la realidad desde el marco de referencia de ésta, evitando
teñir toda la comunicación con nuestras propias apreciaciones y
preconceptos.
En las empresas, el tema de la escucha adquiere una particular importancia.
Cuántas personas se autocensuran la posibilidad de expresarse libremente
y dejan de proponer ideas brillantes por temor a no ser escuchadas? Cuántos
conflictos existen entre departamentos por no compartir información y
no escuchar lo que el otro tiene para decir?
En estos tiempos, donde "lo único constante es el cambio"
y donde la incertidumbre tiene connotación negativa, es común que
las personas se aferren a conceptos o comportamientos conservadores
porque se sienten menos vulnerables que enfrentando los cambios.
El concepto de cambio genera dudas, resistencia, desconfianza. En
este sentido, la escucha empática es de gran ayuda cuando deseamos
que las otras personas se sientan motivadas a realizar un aporte
y adoptar comportamientos proactivos.
Las empresas, en su búsqueda por lograr la participación y el consenso
de los empleados, una de las primeras cosas que deben autocuestionarse
es qué lugar se le está concediendo a los colaboradores para sumarse al
cambio. Sólo cuando una persona se siente parte de un proyecto (en este
caso, el proyecto empresarial), será capaz de comprometerse y dar lo mejor
de sí misma.
María
Alejandra di Fonzo