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Goleman y el liderazgo
¿Qué
directivo de empresa no ha oído hablar de Daniel Goleman en los últimos
años? Seguramente muy pocos y la razón es bien sencilla: con dos auténticos
best-sellers a sus espaldas, Goleman ha sabido divulgar mejor que nadie el
concepto de Inteligencia Emocional y la importancia que ella tiene en
el mundo de los negocios. Lo que este psicólogo y antiguo profesor de
Harvard nos dice resulta revelador, especialmente si se analiza bajo el
prisma de las antiguas creencias que afirmaban que los factores que mejor
predicen el éxito profesional están relacionados con el coeficiente intelectual,
los expedientes académicos o el dominio de una técnica. Quienes
hayan leído su libro La práctica de la inteligencia emocional
se habrán convencido de lo crítico que resulta hoy en día, para muchas
profesiones, el desarrollo de determinadas competencias emocionales como
pueden ser la autoestima, la empatía o la capacidad de influencia en los
demás. Esta ha sido la mayor contribución de Goleman, conseguir que vaya
calando entre el gran público, y en todos los medios, la idea de que ese
mundo de lo emocional, a menudo olvidado o arrinconado frente a lo racional,
tiene un impacto tremendo en las relaciones interpersonales. Porque los
fundamentos de la inteligencia emocional ya habían sido profundamente
desarrollados durante décadas por David McClelland, fundador de Hay/McBer
y maestro de Goleman, y aplicados con éxito en numerosas empresas bajo
la denominación de gestión por competencias. Podemos
estar seguros de que esta extraordinaria capacidad divulgadora que posee
Goleman se va a poner de manifiesto nuevamente durante las próximas semanas
y meses. El motivo es la publicación en el último número de la Harvard
Business Review, la revista más prestigiosa en temas de gestión empresarial,
de su artículo Leadership
that gets results en el que aborda la cuestión más crucial que
toda organización debe plantearse en un entorno fuertemente competitivo:
cómo desarrollar un liderazgo de alto rendimiento, un liderazgo que sea
capaz de mejorar sistemáticamente los resultados empresariales medidos
en términos de creación de valor, productividad, calidad de servicio percibida
por el cliente, etc. La respuesta que nos ofrece David Goleman en su artículo, y que tiene como base una investigación realizada recientemente por Hay/McBer en la que se analiza una muestra de casi 4.000 directivos de todo el mundo, demuestra la existencia de seis diferentes estilos de dirección coercitivo, imitativo, afiliativo, orientativo, participativo y capacitador- que se originan a partir de distintos componentes de la inteligencia emocional. Estos estilos de dirección, considerados separadamente, tienen un impacto directo en el clima organizativo que se respira y percibe en un equipo de trabajo y, en consecuencia, en los resultados que es capaz de generar en la empresa. Y más importante todavía, el mejor liderazgo es aquél que se sustenta en una utilización apropiada de los diferentes estilos de dirección, de acuerdo con cada situación y con las características de los colaboradores.
Jorge Herrero |