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Lo individual y lo colectivo en el trabajo de equipo
Un equipo es un conjunto de elementos que actúan de manera sinérgica con el propósito de alcanzar un objetivo determinado. La presencia de cada integrante se explica a partir de la naturaleza del objetivo. Es crucial, por eso, que lo conozcan y, sobre todo, que se comprometan con él. Lo cual es posible a condición de que el logro del objetivo resulte significativo para ellos. Cada elemento funcionará adecuadamente siempre que el logro del objetivo les permita satisfacer cierto tipo de necesidades. En otras palabras, el logro colectivo solo es posible si existe el logro individual. Cada elemento fortalece al conjunto y, a su vez el conjunto fortifica a cada elemento. Es un canal de doble vía. En un equipo no existe contradicción entre el interés individual y el interés general. El carácter sistémico de los equipos es la razón por la cual su éxito nunca se debe al accionar de un solo elemento, ni a una parte de ellos. Puede ocurrir que uno de los elementos sea la cara visible del equipo o que resulte el último eslabón en la cadena de trabajo, pero de ninguna manera tal posición lo hace el "elemento estrella". Lamentablemente, los procesos de evaluación del desempeño que solo premian el mérito individual tienen un efecto contraproducente en el resto del grupo. Es un error considerar que el desempeño de uno de los integrantes del equipo solo es consecuencia de un accionar individual. Si alguien es capaz de alcanzar un alto nivel es porque forma parte de un sistema determinado. Por ello, cuando el integrante de un equipo es colocado en otro no siempre su rendimiento es el mismo. Es más, si juntáramos a todos los "elementos estrella" de varios equipos y formáramos uno nuevo, sería un dislate creer que tenemos un dream team. Este conjunto de estrellas, incluso, podría, como equipo, ser de los peores. En ese sentido, es preferible diez novatos que se creen parte de un equipo a diez genios que se creen, cada quien, una entelequia. Quienes luchan con probabilidad de éxito por posicionarse en el mercado no son individuos sino equipos. En este contexto, jamás una individualidad podrá vencer a una colectividad. En esa misma línea de reflexión, es importante agregar que si bien la formación de un equipo le debe mucho a su fundador; el equipo le sobrevive. Cuando la historia de una empresa revela que a la muerte del fundador acaeció la muerte del equipo, erróneamente concluimos que el "elemento estrella" fue dicho fundador. En realidad, no es la ausencia de éste lo que explica la muerte del equipo, sino un mal reemplazo. Como dijimos, un equipo existe porque existe un objetivo. El logro del objetivo implica que cada integrante tenga claramente definida su posición y sus roles. Evitando la duplicidad pero fomentando la polivalencia. En una empresa, por ejemplo, hay quienes se encargan de la estrategia de ventas y quienes se encargan de diseñar los programas de capacitación. Sin embargo, todos deben ser vendedores y maestros. Piensa en tu organización. Es obvio que tienes una función específica; pero algunas veces habrás fungido de vendedor del producto de la empresa y, otras, habrás compartido tu saber y experiencia con tus colaboradores. Cuando somos parte de un equipo eso ocurre de manera natural. Sabemos que tenemos un papel específico, pero sabemos también que no somos isla sino archipiélago. Por esa misma razón, cada miembro del equipo no puede obrar de manera independiente. Los equipos, por definición, generan energía centrípeta. La mejor manera de desaprovechar el talento de las personas es haciéndolas trabajar al margen de un equipo. Es un desperdicio. El trabajador no sentirá que su tarea contribuye con algo. Una piedra por si sola es nada, en armonía con otras es Notre Dame. En un equipo el todo y las partes están tan compenetradas que los procesos de selección de personal efectivos encuentran limitada la definición que señala como su objetivo: la búsqueda de la persona adecuada para el puesto adecuado. Indudablemente, eso no basta. Quien se incorpora a un equipo no solo debe ser capaz para el puesto sino, también, para el conjunto. Por consiguiente, es importantísimo que antes de incorporar a alguien al sistema busquemos información relevante con respecto a la procedencia del postulante. Tenemos que conocer si proviene de un equipo o solo de un conglomerado de desconcertadas gentes. La variedad es otra virtud de los equipos. Gracias a ella, la mente del equipo es superior cualitativa y cuantitativamente a la mente individual. Esta es, normalmente, monocorde. La del equipo; diversa, múltiple. Ante contextos cambiantes -como el actual- esa pluralidad es vital. La capilaridad del equipo, es decir su capacidad para absorber los cambios del contexto, y su capacidad de respuesta es inmensamente superior a la que puede mostrar un individuo. La hermosa y popular expresión dumasiana: "un pour tous et tous pour un", reseña grandiosamente lo que nosotros hemos tenido que decir en tantas líneas. El objetivo -o la misión- de cualquier equipo no debe ignorar el bienestar de quienes lo conforman. Pregúntate si eres parte de un equipo. Pregúntate si puedes identificar a los demás integrantes del equipo, si eres capaz de reconocer cuál es papel que le toca a cada uno y, por supuesto, a ti. Pregúntate si lo que te toca hacer agrega valor a la tarea del conjunto. Pregúntate, cómo es que tu labor influye en el accionar de los demás y viceversa. Pregúntate si conoces el objetivo del equipo y, sobre todo, si crees en él.
Ronald Maraví |