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Artículo de opinión: El sentido común en la gestión de personas
Quizás
sea por mi corta experiencia en el mundo de los Recursos Humanos, pero
aún no encuentro buena sintonía entre las actuales propuestas sobre cómo
realizar la gestión de personas, aparecidas en publicaciones, manuales
y recetarios varios, y las preocupaciones, más sinceras y reales, que
muestran los profesionales de este Área en el continuo devenir de nuestras
Organizaciones. Influenciados
por los avances tecnológicos, nos creemos inmersos en un mundo donde se
habla del cambio como si del gran descubrimiento de nuestro tiempo se
tratara, y que por lo que parece, nos ha venido como anillo al dedo para
describir y legitimar la caótica situación que acabamos encontrando
en el día a día de nuestro trabajo. Vendemos
este cambio veloz como un acontecimiento novedoso, necesario y de naturaleza
incontrolable, que puesto en boca de algunos parece incluso trascender
la propia naturaleza humana
Discurso que, a mi juicio, resulta un
tanto excesivo, pretencioso y cuanto menos produce cierto temor, pues
de ser así, al levantarnos cada mañana, pienso si algún día seremos capaces
de comprender y reconocer el mundo en el que vivimos!!! Pues
bien, creo que al menos hasta hoy en el campo de los Recursos Humanos,
esta revolución nos ha servido para cambiar la forma
pero poco el fondo. Ante la ávida necesidad de innovar, de inventar
muchas veces lo que ya existe, encontramos la herramienta perfecta
para vender novedades y pócimas mágicas, con fecha de caducidad
semanal, donde lo que hicimos ayer difícilmente nos servirá para
mañana. En
este discurso encontramos conceptos comodín de compleja y
personal interpretación, de uso común en nuestro argot, creados para satisfacer
múltiples fines. Entre otros, para presentarnos como actores principales
en el organigrama de las Organizaciones y, con ello, dar continuidad a
nuestro tenaz intento por participar como gestores decisivos sobre la
estrategia de la empresa. No
es nada nuevo escuchar el principal activo de nuestra empresa es
la calidad de sus Recursos Humanos, creamos valor a través
de nuestro capital humano, etc. Sin embargo, detrás de la forma
que nos permite el marketing del lenguaje, ¿cuál es la verdadera esencia
que extraemos de todo ello? Ejemplos
de palabros de obligado uso como competencias, talento, e-learning,
e-recruitment, empleabilidad, salario emocional, y tantos otros anglicismos
importados de una cultura que, aún considerándonos ciudadanos de una aldea
global (otro más), al día de hoy, son de difícil adaptación para
países como el nuestro, con empresas con otras formas de hacer y con acontecimientos
históricos tan diferentes, que sorprendentemente nos permitimos olvidar
con tanta facilidad. Tal
vez, sea esta una anticuada forma de pensar y por ello alguien se rasgue
las vestiduras, pero sin duda, el gran inconveniente de este mensaje
para muchos sea su escaso poder de venta ante la necesidad de crear
modas cada vez más pasajeras. Ahora bien, quizás estemos corriendo serios
riesgos al modificar tanto nuestro discurso y tan poco nuestras acciones.
Ante tanta euforia de cambio, por qué no somos valientes y lo provocamos
de verdad. No
es mi objetivo entrar en la crítica para debatir la validez y utilidad
de cada uno de estos conceptos o nuevos modelos sino poner
encima de la mesa una serie de reflexiones, quizás no tan sugerentes desde
el punto de vista conceptual, pero que a mi entender, continúan llenando
la realidad de nuestras agendas diarias, por mucho que nos empeñemos en
la importancia de apretar el acelerador para conseguir esa velocidad de
cambio que determine nuestra acción. Recientemente,
finalicé un Master en dirección de Recursos Humanos, donde además de oír
hablar hasta la saciedad de las divinas virtudes sobre la gestión por
competencias, he compartido experiencias con profesionales del Área de
muchas de las grandes empresas de este país y de otras muchas de carácter
internacional, donde hemos transmitido nuestras preocupaciones y vivencias
cotidianas, descubriendo que la naturaleza de nuestros problemas continúa
siendo la misma que hace mucho tiempo (ohh sorpresa!!). Por otro lado,
hemos tenido la oportunidad de aportarnos recetas de andar por casa
de enorme utilidad para resolver diferente tipo de situaciones. Pese
a los nuevos marcos teóricos de referencia, los allí reunidos nos continuamos
encontrando problemas, que en algún caso trascienden a la capacidad de
acción de Recursos Humanos y que en otros son de difícil ubicación en
estas teorías, que en términos generales, continúan careciendo de la fortaleza
metodológica suficiente y de escasa capacidad predictiva, aspectos que
han caracterizado de siempre a las ciencias sociales. Aún
sometidos a esta supuesta velocidad de cambio, nos encontramos que hoy
seguimos planteándonos muchos de los interrogantes que ya se suscitaban
hace mucho tiempo y que, en numerosas ocasiones, no encuentran respuesta
en las últimas tendencias, sino en el más puro sentido común, extraído
de la experiencia y del conocimiento cotidiano. Para
explicarlo recurramos a la cercanía de lo concreto a través de algún ejemplo.
El año pasado comenzamos a vivir una situación anómala hasta ese momento
al comprobar que sobre algunos perfiles profesionales la demanda del mercado
laboral era mayor que la oferta. Este hecho afectó a las políticas de
Recursos Humanos y rápidamente comenzaron las reacciones por parte de
las empresas demandantes, llegando a producirse situaciones absolutamente
disparatadas y que iban en contra de todos los modernos postulados que,
paradójicamente, algunos de sus directivos defendían en seminarios y foros
profesionales. El
mercado comenzó a inflacionarse sobre estos puestos, todas
las empresas comenzaban a hablar sobre estrategias de cómo retener
el talento pero al mismo tiempo se abrían otros mil interrogantes
con difícil respuesta: ¿qué es eso que llamamos talento? ¿tenemos algún
sistema fiable que nos ayude a identificarlo y medirlo? ¿qué precio estamos
dispuestos a pagar para conseguirlo? ¿de qué medios disponemos para gestionarlo?
¿por cuánto tiempo necesitamos retenerlo? ¿qué haremos con los no talentosos?
¿habrá que buscar el talento fuera o incentivarlo dentro?, en definitiva
¿será coherente nuestra acción con las prácticas habituales de esta empresa?
Esta
situación exigía una rápida respuesta que afectaría a todos los sistemas
profesionales de Recursos Humanos. Sin embargo, lo que se produjo en su
mayoría, pese a acudir al marketing del lavado de imagen y la venta de
quimeras, fue utilizar como único recurso la compensación económica como
el principal agente de atracción y retención, como si de Manolo el
chapuzas se tratara. En muchos casos se producía el disparate de la falta de correlación absoluta entre el motivo de la marcha y la estrategia de retención. La gente se marchaba bien por falta de entendimiento con el jefe o bien por la falta de reconocimiento y oportunidades, a cambio se le contraofertaba una subida salarial!! Ante la escasez se hacían ofertas astronómicas a chavales de cuestionada madurez y aún más dudoso potencial, dinamitando las políticas retributivas de las empresas, generando insalvables agravios comparativos respecto a profesionales de experiencia y valía más que probada ¿dónde estaba el talento en todo esto, qué estaba ocurriendo? ¿se controlaba la situación o éramos controlados a capricho por las leyes de la oferta y la demanda?
Pues
bien, creo que esta situación, atenuada en este momento por la crisis
económica, nos vendría bien para reflexionar y reconocer que nos dejó
fuera de juego y con limitada capacidad de respuesta. Aquí es donde esa
gestión de la globalidad, a través de un sistema de competencias, podría
haber tenido la ocasión para alcanzar su lucimiento y sin embargo las
alternativas fueron, no en todos los casos por supuesto, aleatorias y
de escasa integración en un sistema coherente de Recursos Humanos. Por
todo ello, mi conclusión es que no dudo de la necesidad de ir avanzando
en nuevos postulados teóricos que nos aporten herramientas adaptadas a
las cambiantes necesidades, pero
tendrán que ir siempre acompañados de la mano del olvidado, para nuestra
desgracia, sentido común, que nos aporte una visión adaptada, realista
e integrada con la Cultura de nuestras empresas. Tendremos que ir ganando pequeñas batallas en lo cotidiano para demostrar que se pueden alcanzar efectos positivos con la aplicación de nuevos sistemas. Olvidemos los discursos grandilocuentes y dediquemos nuestros esfuerzos a la acción adaptada a necesidades reales. Profundicemos más en el conocimiento de nuestra empresa y de las personas que la componen y no queramos implantar sin más nuevos modelos de gestión que no sabemos si responderán a nuestras verdaderas necesidades. La cultura de las empresas y de sus líderes acerca de la necesidad de la gestión de personas es aún débil y relativamente reciente, por lo que debemos concentrarnos en alcanzar pequeños hitos que consoliden y demuestren la importancia de hacer las cosas correctamente y no nos preocupemos tanto por lograr el mundo feliz de Huxley.
Ismael Calera Reviejo |